1.
Saussure. Es increíble hasta qué punto la filosofía francesa del siglo XX radica en un puñado de páginas de El Curso de Lingüística General de Saussure. La parte que Saussure (o más exactamente, los estudiantes que compusieron este libro a partir de las notas de sus clases) dedica a diferenciar el lenguaje del habla -y la red de significantes de la red de significados- se concentra en los primeros capítulos del libro y, sin embargo, a través de Lévi-Strauss y de Lacan, se expande y bifurca como un micelio o un rizoma hasta los post-estructuralistas y más allá. Y por cierto, que los LLMs (Chat GPT y compañía) parecen continuar dándole la razón.
Claro que ni Saussure ni Lévi-Strauss hablan de redes, probablemente porque el concepto no se encontraba para ellos tan a la mano como se encuentra en nuestro caso. La propia Internet, las redes sociales y, últimamente, la redes neuronales, han hecho que hasta las personas con menos conocimientos sobre tecnología de la información comprendan esta estructura. Una red es un conjunto de nodos conectados entre sí, como yo estoy conectado con un grupo de amigos que a su vez mantienen otras conexiones.
Lo que Saussure dice es que el significado de una palabra no se encuentra encerrado en ella, como si fuera el crustáceo dentro de su concha o el regalo dentro del paquete. El significado de las palabras se encuentra en cambio en su diferenciación de otras palabras. «Perro» designa a un animal determinado, no porque hayamos asociado el sonido arbitrario «perro» a una imagen (que raramente visualizamos) sino por diferenciarse de «gato», «oca» y «tractor». Estas diferenciaciones por pares, una vez acumuladas, ¿qué otra estructura dan sino una red? «Perro» significa perro por su distancia relativa de todo el resto del sistema del lenguaje. Es decir, el significado no es nada más que una ubicación en la red.
Por supuesto, la realidad es algo más complicada. Por ejemplo, la red se divide evidentemente en zonas (las categorizaciones: un perro se encuentra mucho más próximo a un gato que a un tractor), de modo que podemos hablar de estructuras. Las estructuras no son jerárquicas (la red no es una estructura de árbol cerrada), pero es posible formar jerarquías a partir de ellas (en una red se pueden formar estructuras de árbol, las estructuras de árbol pueden estar incrustadas, embedded, en las estructuras en red).
Además, no hay solo una red de significantes y significados (y aquí se encuentra una de las limitaciones fundacionales de los LLMs): hay también, como mínimo, redes de experiencia que se encuentran relacionadas con estas de un modo aún misterioso. Claramente cada red mantiene un cierto grado de independencia (como decíamos, no visualizamos «perro» cada vez que lo nombramos y, en sentido inverso, existe el conocimiento e incluso el razonamiento no verbal) pero tiene que existir una relación bidireccional entre ambas (generamos nuevos términos ante nuevas realidades, descubrimos nuevas realidades a través de nuevos términos).
2.
Lévi-Strauss. Strauss parte de las teorías existentes sobre el totemismo (la práctica de algunas sociedades de identificarse a sí mismas con un animal o una planta, e identificar a otros grupos con otras especies, y de la que se suelen derivar reglas y tabúes matrimoniales y alimentarios) para argumentar que no se trata de un fenómeno curioso pero aislado, ni tampoco de una forma primitiva de pensamiento, sino de uno de los avatares de lo que él denomina «pensamiento salvaje» y que se encuentra en términos de igualdad con lo que llamamos «pensamiento» en occidente.
El totemismo implica la postulación de una totalidad de la experiencia y su división diferenciante. Del mismo modo en que una palabra, que no es nada más que un sonido arbitrario, adquiere significado por su diferencia con respecto a otras palabras, una categoría totémica consiste en señalar la diferencia y la continuidad (es decir, la ubicación) con respecto al resto. Que los seres humanos se encuentren divididos en grupos como los grupos animales y vegetales, implica una continuidad y una diferencia entre el mundo natural y el humano, así como una ubicación de cada parte (cada nodo) con respecto a todos los demás (nodos humanos y naturales incluidos). Digamos que yo pertenezco al clan de la trucha: esto me ubica con respecto al resto de clanes (los aliados, los enemigos y todo tipo de relaciones alternativas, algunas tan complejas como lo permite la narración de un mito) y a su vez con el resto del mundo natural.
Además, esto permite también definir las relaciones entre lo individual y lo general. Porque los grupos totémicos son generales, pero aquella combinación que le cae a cada individuo (representada a menudo en el sistema de los nombres propios) es única. Así, yo pertenezco al clan de la Trucha por mi madre, pero mi padre procedía del del Oso, y soy además un segundo hijo cuyo primer hermano está ya muerto: todo esto me individualiza, pero lo hace a partir de mi pertenencia a varias categorías generales.
3.
El valor. La teoría de Lévi-Strauss, al menos del modo aquí descrito, encaja evidentemente muy bien con mi teoría del valor, que funciona también en red y explica también la relación entre lo general y lo particular. El caso del totemismo sería una instancia particular del valor, un subsistema de transmisión de valores.
Por cierto, me gusta el modo en que el totemismo permite visualizar estas relaciones. Es fácil comprender el modo en que el comportamiento de un individuo del clan del Oso puede afectar a la identidad (la percepción propia y ajena, la reputación) de todo el clan, y el modo en que la identidad del clan condiciona a su vez la del individuo (por el modo en que se percibe a sí mismo y las expectativas, los valores, creados). Si soy un miembro orgulloso del clan de la Trucha, conocidos por ser negociantes aviesos de los que uno no se debería fiar, valoraré el ser un negociante avieso del que uno no se debería fiar y me esforzaré por adoptar comportamientos acordes a esta identidad. Un bucle de retroalimentación de este tipo permite la construcción de sistemas variados y flexibles, estables pero dinámicos, que evidentemente favorecen la adaptación y la supervivencia.