Cuando digo que me quiero tomar unos años sabáticos para dedicarme en exclusiva a mi proyecto (en mi mente suena más bien como «Mi Proyecto», en mayúsculas, y me da un aspecto desquiciado y sectario), estoy evidentemente provocando la pregunta: «¿Qué proyecto?». Una pregunta problemática, porque en lo que consiste el proyecto es precisamente en contestarla.
Así que lo que suelo hacer es mencionar mis novelas, que es algo fácil de comprender y que me otorga un poco de solvencia, aunque solo sea la de haber sido capaz de terminar unas cuantas. «Quiero dedicar más tiempo a escribir» no es una mentira, pero captura solo un parte mínima y derivada del meollo. De hecho, ninguna de las tres novelas que he publicado hasta ahora son representativas a este respecto (excepto, quizás, aunque de un modo parcial y no explícito, Crónica de los años heroicos).
Voy a intentar dar una idea aquí, dentro de las enormes limitaciones del formato, de lo que estoy tratando de hacer en líneas generales.
En el 2020 me encontré con que los tres intereses aparentemente dispersos de mi vida (la literatura, la filosofía y la programación) comenzaron a converger en una sola corriente de pensamiento.
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En el 2020, en gran medida a causa de las reflexiones propiciadas por la pandemia, me encontré con que los tres intereses aparentemente dispersos de mi vida (la literatura, la filosofía y la programación) comenzaron a converger en una sola corriente de pensamiento. Mi crítica de las limitaciones técnicas de la inteligencia artificial (que sigue la tradición de las críticas de Hubert Dreyfus) derivó en una teoría general del conocimiento, la conciencia y el valor que, a su vez, tenía consecuencias directas sobre los textos de ficción que estaba escribiendo. Si las motivaciones de las personas no eran ya evidentes de suyo, como asume la literatura contemporánea, ni tampoco se hallaban sujetas a la causalidad paralela (oculta) del subconsciente, como declaran los psicoanalistas, sino que respondían a los flujos del valor en sus vertientes individuales y globales, narrar se convertía de pronto en una actividad difícilmente distinguible de la filosofía y de la historia. Pasaba a ser algo así como un acto de análisis y desvelo de las conexiones que dan lugar a la realidad.
Basándome en esta idea, entre el 2022 y el 2023 compuse siete historias autobiográficas que, a través de siete temáticas diferentes (el género, el arte, la política, la epistemología, la economía, la religión y la psicología), registraban el desarrollo de mi teoría al tiempo que me servían de auto-análisis, de descubrimiento del origen de mis propias inclinaciones. Mi intención inicial era describir en este libro la teoría completa, sin ahorrarle dificultades al lector, aunque esforzándome por allanarlas todo lo que fuera posible. Creo que esto funcionó bastante bien con la teoría del valor, pero cuando trataba las temáticas más abstrusas (las teorías de la computación, la conciencia y el conocimiento que le sirven de base) el texto se volvía farragoso. Finalmente, me di por vencido y decidí extraer los detalles más técnicos a ensayos independientes. Estos, a su vez, dieron lugar a varias ideas para desarrollos de software: un lenguaje de programación basado en un nuevo paradigma de computación que generaliza las máquinas de Turing, un mínimo sistema autoconsciente (según mi definición de conciencia, que admito que es muy debatible), etc.
Es decir, de la unificación de mis intereses en una sola teoría emergieron a su vez, y de vuelta, tres formatos de expresión: la narración, el ensayo y, finalmente, varios desarrollos de software.
De la unificación de mis intereses en una sola teoría emergieron a su vez tres formatos de expresión: la narración, el ensayo y, finalmente, varios desarrollos de software.
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En lo que respecta a la narración, mi hoja de ruta comienza con la publicación de Mundo mediante (las 7 historias que mencionaba antes), para la que me encuentro ahora buscando editor. Y por cierto, que a esto se debe que haya decido autopublicar mis tres primeras novelas: Mundo mediante supone una ruptura demasiado radical como para ir seguido por ellas, y no quería tampoco que se quedaran en el cajón, porque creo que tienen suficientes méritos por sí mismas. Si no encuentro editor para Mundo, lo publicaré yo mismo en el 2025, aunque en su caso invertiré en una impresión de calidad y todos los medios de promoción que pueda permitirme.
Mientras busco editor para Mundo mediante, estoy escribiendo El Entretanto, una novela que toma una historia aparentemente sencilla (el suicidio de dos adolescentes enamorados) y traza a partir de ella las relaciones de los flujos de valor que la determinan y conectan con el resto de la realidad. Es decir, es algo así como un monográfico en forma narrativa de mi teoría del valor, y una muestra de las derivaciones de mi teoría en el mundo de la ficción. Un tercer volumen sobre la naturaleza del poder y la violencia (y, a través de esta, del zeitgeist global), centrado en mis experiencias en EEUU y pivotando alrededor del asesinato de George Floyd, vendría a completar la serie algún tiempo más tarde.
En cuanto a los ensayos y el software, quisiera comenzar a dedicarles tiempo durante mis años sabáticos, a partir del 2025. Pulir el ensayo sobre la teoría de la computación y, en paralelo, desarrollar el lenguaje asociado de programación; continuar por la teoría computacional de la conciencia, etc. Hoy día, mientras mi tiempo está limitado, la literatura (y con ella, le teoría del valor) es lo que me urge más.
Y luego, claro, están los proyectitos derivados, todos destinados a la difusión de estas ideas: el desarrollo de Trasunto como una editorial que pueda salirse del limitado espacio de la autopublicación en Amazon y servir de punto de encuentro con autores afines; este blog, quizás un podcast o vídeos, etc.
En esto, pues, consiste «Mi Proyecto» (con mayúsculas de internado vestido de Napoleón) en líneas generales. Veremos cómo se va desarrollando.